Me gustaría comenzar este pequeño trabajo
que realizo entre medias de mis estudios de filosofía y mis proyectos
cinematográficos, haciendo un resumen del contenido del mismo. Los tres objetos
de estudio (la creación de estereotipos, el poder de la acción y el significado
del ser) pueden parecer difícil de relacionar y totalmente ajenos los unos a
los otros. Evidentemente no es así. Procederé pues, a explicar la creación de
estereotipos asociados a elecciones que nos hacen ‘ser’ o más bien, pertenecer,
y quien tiene el poder de actuar con respecto a un estatus adquirido por los
dos aspectos anteriores.
Nuestra sociedad es característicamente
universal, en tanto y cuanto a que es la única sociedad de masas, que además
tiene aparatos propagadores de información sin necesidad de reunión física de
los receptores de mensaje en un lugar público. Prácticamente todos tenemos una
televisión, un Smartphone o una conexión de internet que nos permita estar
informados, y quizás, excesivamente informados.
Unos medios tecnológicos de información tan
evolucionados permiten crear un tipo de cultura, o sumergir a los que componen
ésta en un proceso de enculturación común. Esto podría ser positivo si los
mensajes emitidos desde estos medios de comunicación de masas fueran un estímulo
para mejorar esta sociedad. Lo cierto es que, si las grandes empresas de un
país tienen el control sobre las cadenas de televisión, pueden emitir el
mensaje que prefieran, por lo tanto, un modelo de enculturación universal se
convierte en un modo de educación que manipula o aliena a los espectadores.
Como sabemos, el mundo actual se rige por
ser audiovisual y por el dicho “si no lo veo, no lo creo”. Este dicho ha sido
tomado por los grandes emisores de información para crear de cero aquello que
quisieran hacer creer a los espectadores. De este modo, emitirán mensajes que
formen un conjunto de valores que mantengan el orden social donde ellos se
asientan en un lugar privilegiado. Habiendo usado su poder como modelo de
educación, lo más elemental es que la mayoría de las personas tenga una
estructura mental creada a través del lenguaje (obviamente), los progenitores
ya consumidores de la información manipulada y el propio aparato que emite los
mensajes que mantienen el orden social. Ésta es la situación ideal del poder
ante el ciudadano corriente.
Hablemos ahora de España y la época de
bonanza económica. Durante esta etapa reinaban en la televisión los programas
de chismorreo y los debates sobre la vida de personajes insulsos que adquirían
una importancia para la población española sorprendente. Me refiero a las
Tamaras, los Paco Porras y etc. que
hacían parte de la farándula española. Por no hablar de la repercusión que tuvo
el caso de Isabel Pantoja y Julián Muñoz, tomado a modo de farándula también.
Cuán diferente sería la indignación del pueblo español si surgieran ahora estos
casos de corrupción tan manifiestos. Lo que en aquella época era risa, hoy es
escozor, rabia contra estos personajes. Una población que tenía cierta
estabilidad económica decidía consumir estos productos televisivos. Tras la
crisis y toda su repercusión apocalíptica, el objetivo informador cambia y,
como buenos observadores, la industria televisiva cambia la farándula cotilla
por la farándula política. Mismos escenarios ya no albergan a Ana Obregón o
Kiko Rivera, no. Ahora albergan directores de periódico y expertos que emiten
un mensaje que la sociedad quiere oír. El mensaje que ahora quiere oír es que
se discute sobre el presente y el futuro, pues la esperanza se tornó obtusa en
la vida española hace ya seis años.
Muchos podrían ahora achacarme que la
televisión tiene mucha programación aparte de ésta en sus múltiples canales.
Claro que sí. El sistema es muy inteligente como para manipular al cien por
cien, coaccionar al cien por cien, destruir al cien por cien. El orden se
mantiene creando necesidades (demanda) que son respondidas en una oferta
televisiva, siempre haciendo creer que la libertad es lo que gobierna no sólo a
uno mismo sino el propio sistema. No realizarán debates políticos las 24h. del
día, pero sí ocuparán gran parte de la parrilla televisiva, mientras los
espectadores intentan convencerse de que la variedad de opiniones significa
libertad de expresión. Hemos pasado en España, de una dictadura militar a una
dictadura económica, algo que ocupará otro ensayo y no éste.
Bien, tras esta descripción de la televisión
llega la hora de describir cómo construye sus estereotipos, sus modelos de
conducta:
En cualquier programa de televisión se
muestra un estereotipo de comportamiento. Cojamos el ejemplo de un informativo.
Cómo se viste el informador o informadora, el plató y la mesa que nos separa
virtualmente de él o ella son las características principales de un telediario.
El objetivo principal de un programa como el citado debería ser contar las
noticias lo más fiel a la realidad para mantener informado al ciudadano de la
situación en el país. Ahora, analicemos las tres características citadas anteriormente.
En primer lugar, el presentador vestirá de modo formal, si es hombre con
corbata y americana. Este punto ya nos está diciendo con el objetivo de
informar verídicamente quien tiene el poder de la verdad, es decir, de los
hechos que ocurren en la realidad, fuera del mundo audiovisual. En segundo
lugar, el plató conforma una redacción por el fondo donde parece que se trabaja
a destajo para el informativo (lo que es un tanto peculiar, teniendo en cuenta
que antes de emitir se ha debido hacer todo el trabajo previo y lo único que se
necesita es un realizador que introduzca los vídeos o las conexiones). Por
último, la disposición de una mesa nos indica una confrontación con esa
persona, con el poseedor de la verdad, a modo de entrevista, como si nosotros
nos cuestionáramos sin haber pronunciado pregunta y él nos mostrara qué ocurre
en el mundo. Cabría destacar que últimamente se ponen de moda los informativos
de pie señalando datos en una pantalla. Sinceramente, nos falta la libreta
mientras lo vemos para tomar apuntes.
Esta es la forma en la que se crea un
estereotipo (la vestimenta incluso se extrapolará a políticos y demás supuestos
emisores de verdad). ¿Quién va a pensar que el informativo está manipulado?
Cierto es que todos somos conscientes de que unos son más de ‘izquierdas’ otros
más de ‘derechas’, pero en general siguen una misma línea. ¿Por qué deberíamos
confiar en que su mensaje es real? Es su manera de emitir este programa lo que
nos ha hecho creer que es cierto. Podríamos contar una misma historia diez
personas, que las diez sesgaríamos la información y entraríamos en discusión
sobre qué ocurrió realmente respecto a un recuerdo común. Este cuestionamiento
no ocurre en el informativo, un modo de información estereotipado y por tanto,
institucionalizado.
Podríamos coger otros ejemplos, como de
nuevo los famosos debates políticos actuales. Todos siguen la misma dinámica.
Los participantes apenas se respetan la palabra y están divididos en
simpatizantes de izquierda y simpatizantes de derecha. Estos simpatizantes se
arrojan clichés a la cara del tipo ‘rojo’ o ‘facha’ y aportan más bien poco. El
problema es que esos señores son en muchos casos periodistas reputados o
incluso directores de periódicos importantes de España. El título de periodista
o de director de cualquier diario les da, como no, un cierto poder de emisores
de verdad. Llevado este poder a un programa de televisión en prime time, se
convierte no sólo en el prototipo ideario, sino también en el espejo mismo de
la sociedad española, intransigente como ninguna ante la opinión de los demás.
Podría seguir con el estereotipo de antisistema, el prototipo de republicano
joven, etc. El sistema, a la vista de un movimiento como el 15-M, transforma
una protesta ideológica mediante la información en un objeto de moda, en un
estereotipo. Así vemos como jóvenes dicen ser anarquistas sin saber qué es la
CNT o quién fue Bakunin, o republicanos que ni les suena la figura de Manuel
Azaña. Ellos no son líderes de opinión, no, son la masa que sigue a los líderes
de opinión. En el caso de los anarquistas (no reales, los citados) incluso
siguen el prototipo de revolucionario que han creado precisamente los medios de
información, el prototipo de antisistema.
Así, como vemos, el estereotipo pasa a
ser institución. Y la institución es sinónimo de emisora de verdad. Una
institución implica un cierto peso en la sociedad. Sindicatos, ministros,
gobierno, oposición, expertos, expresidentes, presidentes de estados o
asociaciones empresariales,…Todos ellos son instituciones y tienen un hueco en
la televisión. Tienen un hueco para transmitir su poder de verdad, que a su
vez, otorga el espejismo de cierta pluralidad de valores, de cierta libertad.
Sin embargo, ¿usted saldrá en la televisión si cree que sus convicciones u opinión
son muy relevantes en la sociedad? Por supuesto que no. Usted saldrá en la
televisión si su vecina ha muerto o si ha donado el premio de lotería a
Caritas, o en su defecto, si goza de un cierto estatus. Pero, en realidad, usted
saldrá, si alimenta el espectáculo, el espectáculo por mantener el orden
social.
Por último me gustaría analizar tímidamente
la palabra ‘ser’ en cuanto a una nueva o mejor dicho, más recurrente
significación que está tomando esta palabra. A pesar de que vivimos en un mundo
tremendamente individualizado, el concepto de ser algo ha pasado a
significar pertenecer a algo. Me
explicaré en las siguientes líneas:
Si usted se declara conservador,
progresista, comunista, anarquista, ácrata o ameba, usted tendrá que seguir una
especie de dogma inventado de esos modelos políticos (basados en cuatro clichés
o citas). Así, si se enfrenta a alguien, normalmente le dirá: “Vosotros, los
fachas… (o rojos, o perroflautas o vaya usted a saber que calificativo de la
riqueza lingüística española para el menosprecio se utilizará) decís siempre esto,
pero luego…”. Esta frase, acompañada de un mensaje típico de estos grupos, será
como un mandamiento. O usted lo sigue, o no pertenece a ese grupo. Y aquí
volvemos de nuevo a los estereotipos. De nuevo, si usted no sigue una pauta de
comportamiento, una vestimenta, un mensaje que sea el coincidente con el
estereotipo, usted no es lo que dice ser, y queda en terreno de nadie, en una especie
de neblina en el que usted no se definirá y le increparán por ello. Es por eso
que el hombre está retromadurando. El hombre de hoy en día, ve un estereotipo,
lo copia y vive su vida sin poseerla, sin cuestionarse su papel en un grupo
determinado, o su papel activo en la fijación de una sociedad que no puede
seguir como hasta ahora. No hay más que ver los distintos mensajes que se
lanzan sobre el flujo de personas. Se llama flujo tanto al que hace un crucero
por el Caribe, como el que busca el sustento fuera de su lugar de nacimiento. Y
sí es un caso extremo, como el de los inmigrantes subsaharianos que entran a
Ceuta y Melilla, se clama por poner unas vallas más altas, unas concertinas más
afiladas, pero no por la solución de los problemas de raíz en la tierra de
origen de unas pobres personas que cruzan desierto y viven bajo mínimos para
tener la oportunidad de vivir con un mínimo de dignidad. Ellos no son nada
porque no tienen dinero, no se olviden que si llegaran en avión, seríamos
perfectos anfitriones.
Me gustaría terminar mi reflexión resumiendo
los puntos más importantes:
1. La
posibilidad de que la información llegue a todos los hogares permite dirigir un
mensaje determinado por el poder a la sociedad. No solamente hará un mensaje
que mantenga el orden social de manera inteligente, enmascarándolo con parches
de libertad, sino que creará modelos de conducta y opinión como emisores de la
verdad, es decir, estereotipos (o incluso prototipos).
2. La
existencia de estos estereotipos, mostrados en cada programa de televisión,
llevan al espectador a la identificación y por tanto a la imitación o a asumir
ciertos mensajes como propios.
3. Si
la persona que observa estos fenómenos televisivos es de inteligencia despierta
o tiene cierta formación humanística, se dará cuenta de que uno no es ninguno
de los estereotipos marcados por los poseedores de la verdad. Ciertamente,
empezará a tener rechazo por las verdades de la sociedad. Si no se sigue a un
estereotipo marcado, una moda que designa el comportamiento, el individuo queda
en tierra de nadie, desposeído de horizonte.
Por último, me gustaría destacar que este
escrito sería simplemente una introducción o un proyecto anterior a tratar estos
temas de modo más profundo.