miércoles, 30 de marzo de 2016

Librería



   No es extraño que cada vez que tengo que ir a un centro comercial, acabe en alguna librería del mismo. Normalmente, no compro nada, simplemente doy un paseo, miro alguna novedad que pueda ser interesante. Hoy no. Hoy buscaba algo concreto.

   Me apetecía investigar sobre dos temas: animales e historia antigua. Empecé el recorrido marcado por la tienda que hacía dar la vuelta a la misma para acabar en la salida. Después de pasar todos los cachivaches tecnológicos que no me son ajenos, pero tampoco me importan demasiado, llegué a los libros. Estaban cambiando los estantes. Donde estaban las recetas de cocina, rezaba el título del estante “Historia universal” e “Historia de España”. Al lado “Filosofía” y “Religiones” Cada una con un estante pequeñito, donde debían caber todas esas cosas que hoy cuando las estudiamos nos acosan con la chirriante pregunta ¿para qué sirve eso? Todas esas cosas que componen todo lo que hemos sido y todo lo que somos. Ya tengo asumido que eso poco importa. Sin embargo, todavía debajo estaban los libros de cocina y casualmente los de animales y botánica. Allí poco encontré que me interesara. Yo quería leer sobre la fauna ibérica, pero encontré principalmente libros sobre faunas de sitios remotos. Hawaii, Tailandia, botánica oriental, botánica americana, psicología perruna y cómo hacer un montón de cosas. Cómo hacer jardinería en tu hogar, cómo hacer jardinería en tu patio, cómo pensar como un gato, cómo convertirse en un experto en no se qué…Doy gracias que al lado de La biblia de la astronomía no hubiera uno que se titulara “cómo ser un imbécil”. Aunque había algo parecido, un montón de vagos impresos de autoayuda.

   Puesto que no encontré nada de aves y peces de la península que era lo que yo buscaba, fui paseando por otras zonas. En una zona destacada, junto a otros títulos variopintos, había un libro minúsculo: “Cómo ser una buena esposa”, Alianza Editorial. Lo abrí al azar, sin miedo a miradas de desaprobación, y lo primero que leí fue: “usted, como mujer, no espere ser feliz”. Mi alboroto mental era ya supino, así que seguí mi camino entre un aguacero de novelas y relatos que marean. Por fin llegué a donde estaban los libros de Historia, donde decía “Recetas de cocina”. Empecé a buscar en un manantial y no quedé menos mareado: “La verdadera cara de Franco”, “Franco con franqueza”, “La cara oculta de Franco”, “Breve historia de...”, “El carisma oculto de Hitler”, “Los secretos de los dictadores”. Biografías de todos los personajes que pueda uno imaginar. Había de todo, menos historia. Allí había autobiografías no autorizadas, un estante de trapos sucios de personajes importantes. Yo quería encontrar algo un poco menos específico, algo que me contara como vivía un don nadie de alguna época. Imposible.

   Me di la vuelta y vi un mostrador con diez libros de ensayo y uno de ellos era: “Manifiesto comunista, Marx y Engels”, Alianza Editorial. Al leer esto último recordé que de ser mujer, no podría ser feliz…Cosas de las editoriales. No es que no encontrara nada de la historia que yo buscaba, pero todo era o “Breve…” o directamente el nombre de una ciudad o un personaje. Llegué casi a convertirme en un profundo monoteísta cuando vi “Historia de España completa”, volví a ser un descreído cuando era el volumen VII y no había ninguno más.

   Aburrido, como última esperanza fui al estante de libros de cine esperando encontrar algún guion, pero otra vez no pude conseguir lo que pretendía. Eso sí, todo eran libros que rezaban: “Cómo escribir un guion”. Eso sí, sus autores no habían triunfado en el mundillo. Entonces era mejor que escribieran “Cómo no escribir un guion”. Queriendo salir corriendo, no lo hice por no parecer un ladrón, así que andando a la salida me bombardearon con merchandising abundante de Star Wars, recordé que George Lucas estaba indignado con la venta a Disney de su religión secular y lo entendí todo.

   Casi todos los libros se enfocaban a cómo ser, cómo hacer, a una conversión casi religiosa en un oficio, en una actitud vital que los potenciales lectores no tenían. Incluso en Historia estaba reinando la extrema personificación de la misma, tanto, que abruma un poco que el contexto sea hasta desconsiderado. El individualismo sin contenido, el vacío existencial, la necesidad de anecdotario, la pose comercial…Me pareció haberlo leído antes. De camino al coche quise recordar y recordé “Los escaparates mandan” de Ortega y Gasset y “La náusea” de Sartre. Todo me pareció en este día primaveral muy sombrío, muy ruidoso. Pensé en el progreso como si Moisés y sus creyentes fueran por una carretera infinita sin tierra prometida. Luego recordé cómo se consiguen las tierras prometidas, cómo están muriendo en el barro de Grecia aquellos no refugiados y cómo nosotros jugamos al ping-pong en busca del aturdimiento entre la sobreinformación y el entretenimiento. La hora de comer se va acercando con sigilo para perpetrar en mí un momento de descanso mental. Sin embargo, todo eso que no importa, todo eso que es el mundo, no desaparece. Permanece ahí, carcomiendo mi mente a cuentagotas, con razón.