domingo, 18 de mayo de 2014

LA FRUSTRACIÓN ESPAÑOLA



   Tras el asesinato de Isabel Carrasco por la madre de una compañera de partido y la misma, el debate, sorprendentemente (¿o no?), que ha inundado los medios de comunicación es sobre las publicaciones en Twitter. Muchos han manifestado su alegría o han bromeado sarcásticamente con la muerte de la susodicha, lo que ha llevado a un revuelo sobre la libertad de expresión en Internet muy interesante.
   Es obvio que los gobernantes saben de la cantidad de publicaciones que hay en Twitter y otras redes sociales que justifican todo tipo de delitos y ensalzan cualquier comportamiento radical. De hecho, son mencionados diariamente por ciudadanos que vuelcan sus frustraciones mediante esta manera de contacto directo que es la única que pueden tener, excepto cuando en campaña electoral los candidatos se dan una vuelta por un mercado a saludar a sus futuros votantes. (¿Dónde habremos llegado si con un saludo pueden ganar un voto?)
   Centrémonos ahora en el tema en cuestión. ¿De verdad van ustedes a regular el espacio público y virtual donde la gente vuelca el odio que les tienen? ¿Acaso quieren que ese espacio se haga físico y vuelvan los escraches a estar a la orden del día? Ambos sabemos que no va a suceder. Ustedes no van a regular nada, porque saben de la complejidad del mundo de Twitter. Hay muchísimas cuentas que se dedican a un humor muy negro, o gente que simplemente se dedica a trollear. Saben que poner límite a algo tan escurridizo es imposible. Uno mismo puede ser irónico, sarcástico, escribir al revés para que no lo denuncien, etcétera. Si la gente quiere espetarles unas letras, lo van a hacer, y ustedes están encantados de ello, no vaya a ser que prefieran salir a la calle y la frustración la vuelquen con ustedes a lo Robespierre.
   Su habilidad para trasladar el tema importante de la semana está siendo cada vez menos efectiva. Cuando sus políticas de austeridad lastraban al país dejando a centenares de familias en la calle, mientras ponían un total de 107.000.000.000 millones de euros en manos de los bancos, ustedes lo reducían todo a términos macroeconómicos. Esto podía ser tragable para la población española, que aún así no entendía como en la supuesta mejor etapa de la historia de la humanidad, llevarse algo de comer a la boca dependía de la macroeconomía. Sin embargo, desde que se pasan el día sacando la bandera de la recuperación porque los términos macroeconómicos han mejorado, no tienen ya chivo expiatorio al que echarle la culpa. Ahora, cada vez que hay un escándalo, incluso algo fortuito como el asesinato de su compañera, tratan de trasladar el debate a temas cada vez más absurdos, aumentando la frustración, ya innata en los españoles hasta en buenos tiempos, para superar el límite de la paciencia general.
   Bien podría ser que su experimento sociológico de medir la paciencia y alienación de los ciudadanos esté llegando a su fin, que no al fin de ustedes, que cuando quieran pueden hacer cuatro medidas populistas y salir triunfantes. A menudo me los imagino riéndose del ciudadano corriente en sus despachos, mirándose al espejo henchidos de poder, mientras los demás veríamos en esa imagen la desolación del ser humano. A la indignación ciudadana le faltan dos cosas para reventar hacia ustedes: que la desesperación se organice y que no le importe ser violenta. Hasta entonces, en ciento cuarenta caracteres seguirá cabiendo poco más que “hijos de puta”.

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