TEXTO PROPUESTO Nº1
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ANÁLISIS DEL
TEXTO
Por Pablo Alberto Montero
Por Pablo Alberto Montero
Durante este análisis, daremos un breve
repaso a la biografía de Aristóteles para acercarnos al contexto al que
perteneció, y así ayudarnos a poder concentrar nuestros esfuerzos en entender y
explicar las características sobre las que versa la ética aristotélica a través
del texto propuesto.
Aristóteles nació en el 384 a.C. en
Estagira, Tracia. Su padre ocupó el cargo de médico del rey de Macedonia, lo
que quizás le contagiaría el carácter observador de su filosofía y el sentido
común. A los dieciocho años, Aristóteles llegó a Atenas y se convirtió en
discípulo de Platón, permaneciendo en la Academia aproximadamente veinte años,
hasta la muerte de su maestro en el 348-7 a.C. Tras ello, viajó durante una
larga temporada y se casó con la hermana de Hermias, un tirano. Además, fue
profesor de Alejandro Magno, aunque no hay conclusiones fehacientes que nos
hagan creer que influyó de alguna manera en el carácter o las acciones de éste.
Vivió en Atenas los próximos doce años, creando su escuela (el Liceo) y
escribiendo la mayoría de sus obras. A la muerte de Alejandro, sus amigos,
incluido Aristóteles, fueron perseguidos, por lo que éste huiría de la ciudad
en el 323 a.C. Un año después moriría.*
En cuanto a sus tratados sobre Ética,
conservamos Magna Moralia, de la cual
no se está segura de su autoría*; Ética a
Eudemo y la obra de la que se extrae este fragmento que comentaremos, Ética a Nicómaco. En esta última,
destaca la búsqueda de la verdadera felicidad, a través de la virtud, es decir,
de las mejores cualidades desarrolladas en su grado máximo, que Aristóteles lo
ubica siempre en un término medio entre el exceso y el defecto.
Una idea de la filosofía griega, que vemos
en Aristóteles justo al comienzo de la Ética
a Nicómaco es que “el bien es
aquello a lo que todas las cosas aspiran”. Por ello, es necesario definir el
concepto de bien en el ser humano, como su telos,
es decir, su finalidad. El bien para Aristóteles del ser humano, es aquello
que busca, la felicidad. Sin embargo, cabe cuestionarse cuál es el camino para
llegar a ella. Para responder, nuestro autor hace un repaso a lo que la gente
común suele entender como felicidad. Así, nos habla de la riqueza, el placer o
los honores, negando Aristóteles que el contenido de la felicidad sea
explícitamente alguno de estos tres de forma aislada. Reconoce su importancia,
pero se tratan de cosas que dependen de otras para poder ser plenas. Es decir,
la riqueza, el placer o los honores, dependen de otras personas, y son
vehículos para llegar a una felicidad pasajera, son ámbitos dependientes. Por
tanto, la felicidad, como Bien Supremo, no puede ser sinónimo de placer, honor
o riqueza, sino que debe ser autosuficiente, es decir, “la felicidad es una
cosa completa e independiente ya que es el fin de la acción”.
Quedando claro lo que no es felicidad,
debemos explicar lo que sí lo es. Para ello, Aristóteles introduce el concepto
de ‘virtud’. Las virtudes son las cualidades humanas en su máximo grado, pero a
la vez, también es la mesura, la templanza. Vivir a través de la razón y no
llevados por la marea de los sentimientos más mundanos o primitivos.
En el texto, Aristóteles menciona la fortuna
en el sentido del destino o el devenir (“…si seguimos las vicisitudes de la fortuna, llamaremos
al mismo hombre tan pronto feliz como desgraciado, representando al hombre
feliz como una especie de camaleón y sin fundamentos sólidos.”). Con este
significado, nuestro filósofo nos quiere decir que el hombre no está en el
mundo atado a una predestinación inevitable, a un destino de buena o mala
suerte, pues no cabría decisión alguna en el género humano, ni tendría que
preocuparse éste por cómo obrar, ya que hiciera lo que hiciera, acabaría
llegando al punto que el destino tuviera preparado para él. Por tanto, el
hombre feliz no puede ser aquel que se deja llevar por el destino, por los
acontecimientos. No puede ser feliz, el hombre que no toma responsabilidad de
sus acciones y cree que es objeto y no sujeto de sus circunstancias. Así, el
hombre tiene que tener en cuenta que no es un objeto o un sujeto pasivo del
mundo, pero que tampoco puede controlar las decisiones de todo lo que ocurre en
él. Como dice Aristóteles, el hombre necesita ciertas vicisitudes de la
fortuna, que sus circunstancias sean óptimas, para alcanzar el fin del ser
humano, ser feliz, pero a la vez necesita tomar las decisiones que crea
convenientes, que serán las que le permitan tener una actitud virtuosa y ser de
manera certera feliz. Evidentemente, la capacidad de decidir nos lleva a poder
realizar actos buenos o malos, por lo que Aristóteles intentará trazar un
camino para alcanzar el telos del
hombre, su finalidad, y, en definitiva, el bien, que es a lo que todas las
cosas aspiran, a través de las mejores acciones que puede hacer, que serán
aquellas acordes con la virtud, pues las contrarias no traerán nunca la
verdadera felicidad. (“las actividades de acuerdo con la virtud desempeñan el
papel principal en la felicidad, y las contrarias, el contrario.").
Cabe
destacar, antes de abordar los análisis de las virtudes y la definición de
felicidad, que lo que plantea Aristóteles en todo momento es una ética dedicada
al ciudadano libre, no al esclavo o al extranjero. Es decir, a un arquetipo de
ciudadano, que tenga hacienda propia y no tenga ninguna actividad de trabajo
físico. Un ciudadano que necesite tener una buena educación moral para mantener
su posición privilegiada y ser de alguna manera ejemplar. Por ello, la ética
que realiza Aristóteles está dirigida a aquellos hombres que pueden realizar
política, por tanto tendrán que formarse alrededor de una ética que promulgue
la obligación, el oportunismo de los actos, la estabilidad de los sentimientos,
etc.
Aunque no he
tenido la oportunidad de leer las obras de Aristóteles que tratan sobre
política, consultando el manual de Bertrand Russell, Historia de la Filosofía,
en su apartado “La Política de Aristóteles”,
parece que la construcción de cómo debe actuar el hombre no es más que una
manipulación para mantener el orden, pues citando a Bertrand Russell hablando
sobre Aristóteles: “…tan pronto como exista una gran clase de ricos que no sean
nobles, ha de admitírseles en el poder por temor a que hagan una revolución”.
Esta sentencia, junto con ciertos pensamientos sobre el papel de los esclavos
en las ciudades griegas, hace pensar que la felicidad, como primer punto, se
debe al sometimiento y la supremacía de los griegos sobre los esclavos y
extranjeros, que harán ‘el trabajo sucio’ de la ciudad mientras los griegos se
dedican a filosofar y a dirigir la polis,
siendo los únicos seres humanos cuya finalidad sea la felicidad, pues los
anteriormente citados figuran como animales. No querría entrar más a fondo en
una crítica a la política de Aristóteles, más aún sin haber leído de primera
mano sus obras, pero sus ideas sobre que aquel que obtiene la victoria en la
guerra es aquel que tiene la razón, o la equiparación de los esclavos a los
animales, constituyen una gran contrariedad no sólo a su ética sino incluso a
la diferenciación entre los hombres y los animales mediante los conceptos de logos y foné.
Dicho esto,
podemos proceder al análisis de la virtud. Se trata de una actitud ante las
decisiones morales que se aprende, pues de ninguna manera es innata en el
hombre, por lo que la ética está estrechamente vinculada con la educación. Esto
establece una gran diferencia con la virtud platónica, que establecía que
conocer el significado teórico de ésta ya nos hacía virtuosos sin reparar en la
naturaleza de nuestras acciones y en nuestra capacidad de elegir qué somos o
qué creemos oportuno hacer, ya que Platón creía que aquel que obraba mal era
por ignorancia*. Para Aristóteles, la virtud es, por tanto, cualquier cualidad
humana desarrollada en su grado máximo. Quizás esta definición nos podría
llevar por la senda equivocada y pensar que entonces, las mejores actitudes
pueden ser muchas veces un exceso o un defecto. Al contrario de lo que en una
primera instancia podamos entender, la virtud aristotélica es siempre el
término medio entre dos contrarios. Este término medio no quiere decir que
entre una dicotomía como “bueno y malo” debamos ser un híbrido entre ambas. Lo
que nos quiere transmitir Aristóteles es que obrar de manera virtuosa es ser
oportuno. Así, entre la temeridad y la cobardía se encontraría la valentía como
término medio. Como dice el propio Aristóteles, actuar acorde con la virtud es
actuar ‘cómo’,’ cuándo’, ‘dónde’, ‘para lo que’ y ‘por qué’ se debe, es decir,
actuar siempre de manera correcta ante las circunstancias. Por ello, destacará
la templanza como una característica esencial del hombre para actuar de manera
virtuosa, ya que el hombre templado nunca se dejará llevar por un éxtasis de
emociones exacerbadas, pues permanecerá ciertamente reflexivo ante las opciones
que se encuentren a su paso, y podrá, por tanto, elegir el término medio
(aunque ya elija el término medio al adoptar la actitud de mesura), y actuar
acorde con las virtudes. Así, regresando a nuestro ejemplo, el hombre que actúa
de manera valiente cuando es oportuno, estará haciendo bien y tendrá una
actitud adecuada para ser feliz, mientras que el que incurra en un exceso
(temeridad) o un defecto (cobardía) estará obrando mal y de ninguna manera
podrá ser feliz.
Para concluir
el análisis de la virtud, cabe destacar que uno se hace virtuoso a fuerza de
practicar las virtudes. Es decir, uno será justo a base de repetir actos
justos, por lo que las virtudes se consiguen a través de la costumbre. Las
virtudes humanas, Aristóteles las divide en intelectuales o dianoéticas y
morales. Como hemos dicho, la parte práctica de las virtudes, la parte moral se
originará por medio de la costumbre, pero éstas necesitan virtudes como la
Sabiduría, la Comprensión, pero sobre todo, la Prudencia, virtud que encarna
precisamente la actitud que busca el término medio y actúa correctamente según
sus circunstancias, para alcanzar la felicidad. Por tanto, el prototipo de
hombre feliz será el hombre prudente.
La felicidad es, en definitiva, la
perfección y la excelencia (areté) en
el ser humano, a lo que aspiramos, y ello se alcanza con las virtudes que hemos
explicado. A pesar de esta concepción de la felicidad que hemos ido trazando,
en el Libro X de la Ética a Nicómaco, Aristóteles
vuelve hacia el platonismo, definiendo la felicidad absoluta como una actitud
contemplativa, de manera que el idealismo platónico subsiste en él en cierta
manera, aunque completamente consciente de la imposibilidad de la contemplación
como vida humana, ya que sería algo divino (una actitud parecida a la del
Primer Motor Inmóvil), nuestro filósofo sabe poner los límites al hombre e
intenta guiarle mediante la actitud que cree como la mejor y la más adecuada
para alcanzar la felicidad de la sociedad en la que vive o incluso yo diría más
el equilibrio, a pesar, en mi opinión, de ciertas contradicciones en las que
cae, que no dejan de ser ciertamente graves, como se ha comentado en algunos
párrafos atrás.
Sería bueno terminar este análisis
destacando la importancia del pensamiento aristotélico durante toda la
historia, no solamente en relación con el cristianismo, como habitualmente se
hace, pues filósofos como Averroes, se interesaron por el filósofo griego y el
sentido común que éste intentó impregnar a su pensamiento, siendo esta actitud
quizás, la que más le distancie de Platón.
NOTAS Y REFERENCIAS
*1: Historia de la Filosofía. RUSSELL, Bertrand. Edición Espasa Calpe.
*1: Historia de la Filosofía. RUSSELL, Bertrand. Edición Espasa Calpe.
*2:
Ética a Nicómaco. Introducción: CALVO
MARTÍNEZ, José Luis. Alianza Editorial.
*3:
La aventura de la moralidad. GÓMEZ,
Carlos y MUGUERZA, Javier. Capítulo II (CAMPS, Victoria).
BIBLIOGRAFÍA
-
Historia de la Filosofía. RUSSELL, Bertrand. Edición
Espasa Calpe.
-
Ética a Nicómaco. ARISTÓTELES. Traducción: CALVO
MARTÍNEZ, José Luis. Alianza Editorial.
-
La aventura de la moralidad. GÓMEZ, Carlos y MUGUERZA.
-
Esquema de la Ética a Nicómaco
dado en las tutorías.
GÓMEZ, CARLOS.
-
http://es.wikipedia.org/wiki/Arist%C3%B3teles#.C3.89tica_y_pol.C3.ADtica
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